En España estamos acostumbrados a disfrutar de los centros de MTB de forma gratuita. Llegas al aparcamiento, sacas la bici, y lo más que pagas es el café del bar del pueblo. Sin embargo, detrás de cada sendero limpio, cada pasarela de madera y cada cartel bien colocado, hay horas de trabajo de trail builders, permisos administrativos, seguros y un sinfín de gastos que alguien tiene que cubrir.
¿Cuánto debería facturar un centro MTB en España para ser realmente rentable? Y, sobre todo, ¿Cómo lo consiguen algunos, mientras otros apenas sobreviven?
Los números básicos de un centro MTB
Un centro de MTB medio en España suele requerir entre 80.000 y 150.000 € anuales para funcionar con un mínimo de calidad. Este presupuesto incluye:
- Personal: coordinación, mantenimiento de senderos, administración y otro personal
- Mantenimiento de senderos: maquinaria, materiales, seguros y permisos.
- Promoción y eventos: redes sociales, cartelería, web y carreras/eventos.
- Infraestructura: señalización, aparcamientos, duchas o lavabicis en los casos más completos.

Si un centro logra atraer a unos 10.000 visitantes al año y sobre todo convertirlos en pernoctaciones (algo alcanzable en destinos consolidados como Aínsa o Tremp), bastaría con que cada visitante dejase en el territorio unos 10-15 € directos en su visita para cubrir costes. El problema es que la mayoría no paga entrada y no deja nada en el centro mtb donde monta, más allá de la huella de su bicicleta.
Modelos de rentabilidad de centros MTB en España
Zona Zero (Aínsa, Huesca)
El ejemplo más famoso. Aquí no hay ticket de entrada, pero sí una red de colaboradores turísticos asociados (hoteles, casas rurales, bares, tiendas de bicis) que pagan un tanto por ciento en cuotas de lo que se gastan los riders en ellos, porque saben que el MTB trae clientes. Su rentabilidad no viene del rider que monta gratis, sino del rider que duerme, come y compra en el valle. No hay cifras oficiales actuales, pero en 2011, el centro BTT Zona Zero ya había generado 1,6 millones de euros en ingresos, lo que demuestra su impacto económico en la región y que ha sido todo un éxito.
Zona Alfa León (Castilla y León)
Más joven y en crecimiento. Su apuesta ha sido buscar financiación pública y colaboraciones locales para despegar. El reto: consolidar un flujo estable de visitantes para que la rueda empiece a girar sola, pero si no quiere morir en el intento deberían de explorar nuevas fuentes de ingresos, para no depender solo de la financiación publica.
Bike and Flow (Higueruelas, Valencia)
En este caso, el motor no son los servicios comerciales, sino la pasión local. El mantenimiento de senderos corre a cargo del club de ciclista local Eagle patrol , que de forma altruista dedica horas a limpiar y reparar la red de trails. El proyecto se sostiene gracias a:
- Las cuotas anuales de los socios del club
- El apoyo puntual de alguna marca de MTB que entra como sponsor
- Apoyo del Ayuntamiento de Higueruelas
Todo nace del esfuerzo colectivo y el compromiso con mantener viva la red de senderos. Es un modelo más frágil económicamente, pero tremendamente sólido en términos de comunidad y autenticidad.
Tremp (Lleida, Pallars Jussà)
El MTB se integra en la estrategia turística de todo el territorio. Hoteles, restaurantes y administraciones locales ven al ciclismo de montaña como una inversión en desarrollo rural. No hay ticket de entrada, pero hay una economía que lo sostiene en segundo plano.
Enduroland
Un ejemplo de comunidad y pasión. Nació casi de forma voluntaria, y se mantiene gracias a la implicación local y el turismo. Es un proyecto más artesanal que empresarial, con rentabilidad más social que económica, aunque empieza a mirar fórmulas de ingresos estables para conseguir que el proyecto siga vivo.
¿Qué debería facturar un centro MTB para ser sostenible?
Si tomamos como referencia los gastos medios, un centro debería ingresar al menos:
- 80.000 – 100.000 € / año para funcionar de forma básica.
- 150.000 – 200.000 € / año para ser un destino top con mantenimiento premium, eventos y trail builders contratados a tiempo completo.
Esto podría lograrse de varias maneras:
- Ticket de acceso (5-10 €/día o abono anual) y opción a entrada anual.
- Colaboraciones y asociaciones con empresas locales.
- Apadrinar senderos
- Eventos (enduro, DH, maratones, festivales).
- Servicios extra (shuttles, alquiler, guías).
- Subvenciones o proyectos europeos de desarrollo rural.
¿Hacia dónde vamos en España?
Mientras que en lugares como Québec o EE.UU. el modelo “pay-to-play” está más que asumido, en España seguimos anclados a la idea de que los senderos deben ser gratis. Pero mantenerlos no lo es. Los centros que logran la rentabilidad lo hacen porque convierten cada visita en valor económico para el territorio de manera indirecta. Otros, en cambio, dependen en exceso del voluntariado y las ayudas puntuales, y corren el riesgo de apagarse si no encuentran un modelo estable.
Quizás en unos años, en lugar de sorprendernos por pagar un café a 2.20, € nos sorprenda que no podamos seguir disfrutando de cientos de kilómetros de senderos gratis. Porque la verdadera pregunta no es cuánto debe facturar un centro de MTB… sino cuánto estamos dispuestos a invertir nosotros, como riders, para que sigan existiendo.